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María y su marido, Isidro, encontraron el refugio perfecto a pocos kilómetros de su casa de Barcelona: una encantadora masía del siglo XIX, en el Baix Empordà, lugar donde la pareja y sus tres hijos solían pasar sus vacaciones.

“Tuvimos mucha suerte -reconoce María- su anterior propietaria era una señora inglesa que acababa de enviudar y quería regresar a su país. La vendía a muy buen precio y, además, estaba en perfecto estado de conservación.” Y es que la casa ya había sido reformada; la última vez a finales de los 90, por el estudio de arquitectura Auquer i Prats, expertos en rehabilitar construcciones tradicionales con materiales típicos de la zona para lograr su total integración con el paisaje.

Sólo había que cambiar algunos detalles para ajustar su estética, demasiado rústica y oscura, por una nueva imagen más actual, pero sin perder ni un ápice de su esencia.

“Conservamos casi todo, desde los suelos y la carpintería hasta la distribución, y nos limitamos a ampliar uno de los porches para hacer una zona de comedor y una cocina de verano”, nos cuenta María.

Para dar más luz a la casa y, a la vez, aportar un toque más fresco y amable al estilo rústico, todo el interior se pintó de blanco, incluidos los techos que, en algunas zonas de la vivienda son bovedillas de cerámica y en otras, tienen vigas de madera.

Puertas y ventanas también se actualizaron con pintura en un tono verde muy suave; el mismo que se repite tanto en los muebles de la cocina y en los cuartos de baño, como en buena parte de los textiles y complementos que llenan de frescura y naturalidad todos los ambientes.
Una vez terminadas las obras, María se encargó personalmente de la decoración de la masía. Cada rincón de la casa refleja su gusto por combinar piezas elegidas de diferentes épocas, estilos y acabados.

Y a partir de objetos que ya tenían, de pequeños hallazgos en brocantes o tiendas de antigüedades, de alfombras de fibra vegetal y de cortinas confeccionadas con telas que se trajeron de un viaje a Marruecos, María logró una imagen rústica muy serena y acogedora.

TECHOS CON VIGAS
Ya sean de madera, de hormigón o de acero, pintándolas de blanco, quedarán integradas en la decoración. Este acabado es el más indicado para alejar el techo ópticamente y conseguir que la estancia parezca más amplia. En ambientes con paredes enlucidas y suelos de barro, el tono de la madera creará un bello contraste. Además, si revistes las entrevigas del mismo material o acabado, acentuarás la sensación de calidez. Las vigas decorativas de poliuretano que imitan la madera se colocan fácilmente, no necesitan mantenimiento y resisten bien la humedad. También son un recurso muy práctico para ocultar instalaciones eléctricas o de calefacción, ya que son huecas.




El lugar ideal para escapar del estrés y del ajetreo diario y descansar en uno de los maravillosos parajes de la agreste Costa Brava.

Realización: Olga Gil-Vernet.
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